Todas las empresas necesitan recursos económicos para financiar su actividad, pero cuando no cuentan con recursos propios suficientes deben recurrir a otras vías de financiación. Los préstamos bancarios han sido la alternativa más habitual para las pymes, pero en los últimos tiempos han cobrado protagonismo otras alternativas, como la deuda privada.
Las cifras no dejan lugar a dudas. En poco más de una década la financiación no bancaria en Europa, entre la que se encuentra la deuda privada, ha pasado de representar un 37 % de la financiación total a superar el 50 %, según reveló el Anuario sobre Renta Fija y Financiación Alternativa.
La deuda privada es una forma de financiación complementaria a los canales convencionales para las pequeñas y medianas empresas, que consiste en la emisión de activos de deuda por parte de empresas privadas.
El mecanismo funciona de manera parecida a la emisión de deuda pública, pero los activos de deuda se emiten de manera privada, no se negocian en el mercado público sino en un mercado privado secundario. Los fondos suelen provenir de gestoras privadas, que ofrecen préstamos a largo plazo con condiciones flexibles.
Esta alternativa no se utiliza para salir de apuros financieros o para cubrir la necesidad de circulante. La empresa debe demostrar que está creciendo. De hecho, se recomienda que el nivel de apalancamiento no supere cinco veces el EBITDA, el beneficio bruto de explotación antes de deducir los gastos financieros.
La deuda privada se suele usar para financiar grandes proyectos en las pymes, ya sea para ampliar el volumen de negocio, realizar adquisiciones, cubrir determinados cambios accionariales o desarrollar los planes de expansión internacional.
Existen diferentes tipos de deuda privada. Los préstamos senior y junior son los más habituales, aunque estos también se presentan bajo diferentes fórmulas pues una de sus principales características es, precisamente, un elevado nivel de personalización para ajustarse a las necesidades de financiación de la empresa.
Se trata de préstamos que generalmente se conceden a empresas que cuentan con una calificación crediticia otorgada por agencias de calificación externas como Estandar & Poor’s, Moody’s y, recientemente en el panorama español, Inbonis Rating. Suelen ser préstamos que pagan un tipo de interés menor, ya que la exposición al riesgo es reducida. De hecho, suele ser una deuda asegurada, con una doble garantía, respaldada por los activos de la empresa y con un derecho preferente del prestamista sobre el resto de los acreedores, en caso de que el negocio quiebre.
Este tipo de deuda privada, también denominada no garantizada o mezzanine, no está vinculada a ningún activo. Normalmente recurren a ella aquellas empresas que no cuentan con calificación crediticia o ésta es mala, o que por su nivel de endeudamiento o planes de negocio no pueden financiarse recurriendo a préstamos bancarios o bonos senior. Como el riesgo que representa esta operación es mayor y tiene una prioridad de reembolso menor que la deuda senior, sus intereses son más elevados. También suelen tener plazos de amortización más largos o incluso no tienen plazo de vencimiento, en cuyo caso se denominan bonos subordinados especiales.
En resumen, la deuda privada puede ser una buena alternativa de financiación a largo plazo para aquellas pymes que tengan un buen volumen de negocio y posean planes de expansión. No solo permite evitar depender en exceso del crédito bancario, sino que suele ofrecer condiciones más flexibles, la posibilidad de realizar un mayor apalancamiento y apostar por plazos de amortización más largos o incluso devolver el capital al final del vencimiento.