Todos los negocios se exponen a contratiempos y problemas inesperados que pueden suponer una interrupción de la producción o los servicios. La manera en que abordes esos imprevistos puede marcar la diferencia. Tener un buen sistema de gestión de incidencias no solo garantiza la operatividad y limita los daños económicos, también protege tu reputación empresarial y la calidad del servicio que brindas.
A veces, los problemas no escalan por la gravedad del fallo inicial, sino por las decisiones contradictorias, los mensajes cruzados y la falta de un protocolo claro para gestionarlos. Contar con un protocolo de gestión de incidencias, enfocado en minimizar su impacto desde el primer minuto, mejorará tu reacción ante los imprevistos y evitará que se repitan o agraven.
Parece una obviedad, pero muchas empresas no tienen claro qué es una incidencia, lo que les impide anticiparse y solucionarlas adecuadamente. Por tanto, comienza por identificar los problemas potenciales que pueden afectar, de forma directa o indirecta, a tu negocio.
Clasifícalos según su nivel de gravedad o complejidad (críticos, importantes o leves). Priorizarlos ayudará a tu equipo a detectarlos y actuar inmediatamente. Por ejemplo, una incidencia crítica puede ser una caída total del sistema informático o un paro inesperado en una línea de producción, mientras que un ligero retraso en la entrega de productos o un tiempo de carga más lento de lo habitual podrían ser incidencias menores.
Una buena gestión de incidencias depende, en gran medida, de la rapidez con que se comuniquen los fallos. Lo ideal es que establezcas un único canal de comunicación interna para registrar las incidencias, ya sea una plataforma, un formulario, un correo o, incluso, un grupo de mensajería.
Ese canal también debe garantizar la trazabilidad, de forma que cada incidencia quede registrada con fecha, hora, persona que la reporta y una breve descripción de lo ocurrido. Incluso podrías digitalizar este proceso con un software o aplicación de reportes de incidencias con plantillas predefinidas para registrar toda la información, reportar averías y generar informes digitales.
No todos los percances requieren la misma respuesta. No es lo mismo un error en el sistema de cobros, que te impide facturar o recibir pagos, que una demora en la recepción de los documentos. Tener un protocolo claro, que distinga las urgencias reales de los problemas que pueden esperar, es clave.
Revisa los incidentes pasados para detectar cuáles se repiten e identificar los más disruptivos, así como las soluciones más eficaces. Con esa información, podrás elaborar reglas claras para cada tipo de incidencia y detallar su proceso de gestión para evitar improvisaciones.
Cuando surge un problema, es posible que nadie haga nada o que todos intenten resolverlo a la vez. En cambio, una gestión de incidencias eficaz implica seguir un flujo de trabajo en el que cada quien sabe lo que debe hacer en cada momento cuando algo falla.
Cada trabajador debe saber qué percances pueden ocurrir en su área de acción y cómo reportarlos. De hecho, podrías asignar un responsable de la gestión de incidencias en cada sector, que se encargue de darles seguimiento desde que se recibe el aviso hasta que se resuelve. Así, evitarás duplicidades, errores y pérdida de tiempo.
Después de resolver un contratiempo, repasa lo que pasó, cómo se solucionó y qué se podría haber hecho mejor. No se trata de buscar culpables, sino de evitar que el problema se repita. Valora las causas de la incidencia y sus consecuencias, así como el tiempo que tomó resolverla y la utilidad de las medidas puestas en práctica. Si es necesario, reúnete con tu equipo para comprender cómo podéis optimizar la gestión.
Por último, recuerda que ningún protocolo funciona para siempre. Revisa y ajusta tu sistema de gestión de incidencias con regularidad, incluyendo los nuevos aprendizajes. Si tus empleados tienen claro qué hacer, el impacto de los contratiempos se reduce drásticamente. Una incidencia bien resuelta no solo protege tu operativa, también transmite una imagen profesional, confiable y resiliente.
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