El mundo laboral ha cambiado mucho en los últimos años, aguijoneado en gran medida por las nuevas expectativas y necesidades de los trabajadores. Hoy, la flexibilidad laboral es una condición necesaria para el 45% de los empleados y el 37% incluso se plantearía cambiar de empleo si la organización no les ofreciera un trabajo flexible, según Randstad. Para satisfacer esas demandas, muchas empresas están aplicando diferentes fórmulas, como la jornada intensiva.
También conocida como jornada continuada, es aquella jornada laboral que se completa sin realizar pausas largas en el ritmo de trabajo, por lo que el empleado concentra su labor en un periodo de tiempo más corto.
Sin embargo, eso no significa que no existan pausas. El Estatuto de los Trabajadores indica que “siempre que la duración de la jornada diaria continuada exceda de seis horas, deberá establecerse un periodo de descanso durante la misma de duración no inferior a quince minutos”.
Por tanto, la gran distinción entre la jornada intensiva y la jornada partida es que no hay pausa para comer. Así, la franja laboral se reduce una hora. Si dos trabajadores entran a las 8:00, el de jornada partida saldrá a las 17:00 debido al descanso para comer, mientras que el de la jornada continuada terminaría a las 16:00.
Típicamente, este tipo de jornada arranca temprano y acaba al inicio de la tarde. Hay distintos horarios, pero lo habitual es que discurra de 8:00 a 16:00. En cambio, la jornada intensiva en verano suele abarcar de 8:00 a 15:00, aunque algunas empresas comienzan antes, a las 7:00. Estos horarios suelen aplicarse de julio a agosto o septiembre.
No obstante, existen diferentes variantes. En la jornada intensiva flexible, por ejemplo, los trabajadores tienen cierta libertad para ajustar su horario de entrada y salida dentro del marco de tiempo que ha definido la empresa, que suele empezar entre las 7:00 y las 9:00.
Otras organizaciones aplican una jornada intensiva parcial, limitada solo a algunos días, generalmente los viernes. Así, los trabajadores disponen de más tiempo libre antes del fin de semana y los lunes vuelven al trabajo más descansados.
La jornada continuada no solo es una fórmula para salir antes de la oficina, sino también una estrategia organizativa que mejora el bienestar de los empleados y optimiza el rendimiento. Cuando se aplica adecuadamente, todos ganan.
Si estás pensando en implementar la jornada continuada en tu negocio, empieza analizando su viabilidad, según el tipo de actividad que desarrollas y los picos de demanda. Habla con tu equipo para conocer sus necesidades y diseña un plan piloto para ir adaptando los horarios a lo que mejor funcione. A fin de cuentas, la jornada intensiva es mucho más que un cambio de horario: es una transformación en la cultura organizativa.
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