La mayoría de los negocios necesitan recurrir a la financiación externa en algún momento de su vida, ya sea al inicio para poner en marcha la actividad, durante su fase de crecimiento para costear inversiones importantes o emprender un proceso de internacionalización, o durante un periodo de crisis para financiar el circulante. Los préstamos con aval son una alternativa de financiación para conseguir el capital necesario.
De hecho, el último informe de CESGAR reveló que en 2021 las pymes experimentaron una necesidad de financiación extraordinariamente alta. Exactamente, el 57,9 % de las pymes españolas necesitaron financiación, sobre todo las empresas más pequeñas, con menos de 10 empleados. La mayoría de las pymes ha solicitado financiación para el circulante, aunque el mayor obstáculo que han encontrado en su camino es precisamente la falta de garantías solicitadas.
Para acceder a un préstamo, las entidades bancarias suelen exigir determinadas garantías, una de ellas es el aval. Los préstamos con aval son, por tanto, productos financieros en los que, para obtener el capital, es necesario presentar un aval como garantía de pago.
El aval es un contrato a través del cual una persona o entidad se compromete a garantizar tu deuda ante el acreedor, ya se trate de un banco, la Administración u otra empresa. En caso de impago, la entidad que te ha financiado reclamará la deuda al avalista.
De hecho, el aval no es más que una garantía de pago para la entidad bancaria o el prestamista, mediante la cual se asegura de que recuperará su dinero, pues si no abonas el préstamo en los términos y condiciones pactados, lo exigirá al avalista. Por tanto, el aval siempre representa un riesgo para la persona o entidad que te avala.
Los préstamos con aval aportan varios beneficios a las pymes y autónomos que necesiten financiación para su negocio:
En la actualidad existen diferentes tipos de préstamos con aval a los que puedes recurrir para financiar tu actividad empresarial:
En este tipo de préstamos el avalista es una persona, quien responderá por la deuda en caso de impago. Se trata de una situación relativamente frecuente en las empresas de reciente constitución, cuando el emprendedor recurre a la ayuda de amigos y familiares que actúan como avalistas para financiar su proyecto.
En este caso, la persona que ejerce de avalista responderá ante la deuda que hayas contraído si no puedes devolverla. O sea, si tras solicitar un préstamo no logras pagarlo, la responsabilidad recaerá sobre el avalista, puesto que al firmar el contrato se comprometió a respaldar tu negocio y solventar la deuda con su capital y/o bienes patrimoniales.
De hecho, en un aval personal los avalistas adquieren las mismas obligaciones que el titular del préstamo y aceptan las mismas condiciones crediticias. Por consiguiente, si no logra pagar la deuda, se expone al riesgo de que embarguen sus bienes y puede aparecer en los listados de morosos.
En este tipo de préstamo no existe una persona o entidad que garantice la devolución de la deuda. La propia empresa que solicita el préstamo ofrece como garantía un bien de valor similar o superior al de la deuda que contrae. Normalmente se trata de una propiedad de la empresa, ya sea un local, terreno, nave, oficina o cualquier otro inmueble.
Una de las principales ventajas de este tipo de préstamos es que no es necesario demostrar ingresos ni facturación de la empresa. Además, el tipo de interés suele ser más alto que el de otros productos financieros y el impago de las cuotas puede suponer la pérdida de la propiedad, ya que el banco se quedará con la misma para recuperar su dinero.
En este tipo de préstamo, la empresa cuenta con el respaldo de una entidad externa que actúa como garante de la deuda y responde en caso de impago ante un tercero. Los bancos pueden emitir un aval a sus clientes para que obtengan créditos o préstamos.
Las Sociedades de Garantía Recíproca (SGR) también brindan avales a las pymes y autónomos que quieran acceder a un préstamo. Las SGR están formadas por socios que aportan fondos según el capital que soliciten, quienes obtienen a cambio un aval que les permite conseguir mejores condiciones de financiación en términos de plazos y tipos de interés con las entidades bancarias.
Una de las principales ventajas de contar con las SGR es que pymes y autónomos también podrán tener el apoyo de expertos que les asesoren durante todo el proceso de búsqueda de financiación.
Cada banco o SGR establece sus propios requisitos para conceder un aval a una empresa, aunque, como norma general, todas deben cumplir dos condiciones básicas: no estar en concurso de acreedores y estar al corriente de los pagos ante la Seguridad Social y la Agencia Tributaria.
Tanto los bancos como las SGR estudiarán la actividad de la empresa. Generalmente, las entidades bancarias realizan un estudio financiero para evaluar la viabilidad económica, mientras que las SGR realizan una valoración más amplia, analizando las perspectivas del negocio y su valor añadido.
En cualquier caso, tendrás que presentar una solicitud formal de aval e información sobre tu negocio, como las escrituras de constitución de la sociedad y la memoria de actividades económicas. También debes presentar el balance de pérdidas y ganancias de los dos últimos ejercicios, así como los documentos que acrediten que la empresa está al día en el pago de impuestos, o en su defecto, un proyecto de negocio que demuestre su viabilidad.
Con esa información, el banco, las SGR u otras instituciones estatales evaluarán el riesgo de la operación y decidirán si avalarte o no. Si te conceden el aval, te informarán acerca de sus costes y comisiones. El documento de formalización del compromiso debe indicar la cantidad avalada que será objeto del préstamo, así como el tipo de interés sobre el capital prestado, el plazo de devolución, las cuotas, comisiones y otros gastos añadidos a la operación u otro tipo de obligaciones. Una vez que lo firmes, podrás obtener el préstamo.