En un mercado altamente competitivo, las empresas que deseen seguir siendo relevantes deben innovar continuamente. También deben mantener un contacto sistemático con su público objetivo para comprender mejor los cambios en sus necesidades y poder satisfacerlas. Por estas razones, no es extraño que en los últimos tiempos se emplee cada vez más el término Design Thinking.
El Design Thinking se refiere a un conjunto de conocimientos y procedimientos cognitivos, estratégicos y prácticos, que utilizan los diseñadores en el proceso de diseño de productos o servicios. Conjuga tanto una metodología para generar ideas innovadoras como un enfoque creativo de resolución de problemas, que los diseñadores emplean para crear nuevo valor.
Sus orígenes se remontan a la década de 1960, cuando los diseñadores comenzaron a aplicar los procesos y la metodología científica a los aspectos del diseño para comprender mejor cómo funciona el proceso intelectual y qué factores influyen en el mismo, fundamentalmente cuando hay que resolver problemas multidimensionales complejos.
Muy pronto las empresas aplicaron los principios del Design Thinking para mejorar sus procesos de diseño, fomentar la creatividad de los equipos de trabajo y crear nuevos productos y servicios que satisficieran las necesidades de sus clientes.
El Design Thinking pone en el centro del diseño al usuario y limita el influjo de las suposiciones del diseñador para que este comprenda cómo piensa el consumidor. Por ese motivo, uno de los principios del Design Thinking más importantes es la empatía. Los diseñadores deben ponerse en el lugar de la audiencia para detectar sus necesidades y problemas específicos, en base a los cuales podrán proponer soluciones creativas.
Un principio del Design Thinking fundamental consiste en fomentar el pensamiento divergente en los equipos de diseño. Este tipo de pensamiento, más espontáneo y fluido que el pensamiento lógico, permite explorar diferentes soluciones. De hecho, el Design Thinking estimula precisamente la creatividad y la exploración de distintas perspectivas y caminos para resolver los problemas, dando como resultado soluciones originales y disruptivas.
El Design Thinking es un método eminentemente iterativo, por lo que la experimentación es uno de sus principios cardinales. Anima a los diseñadores a probar diferentes ideas para constatar cuáles funcionan y cuáles no. Se basa en la construcción de prototipos o productos mínimos viables para comprobar si la idea funciona o hay que realizar modificaciones antes de lanzarla al mercado.
El Instituto de Diseño Hasso Plattner de Stanford propuso un modelo de Design Thinking relativamente fácil de aplicar en el ámbito empresarial, compuesto por cinco etapas:
La primera etapa del Design Thinking se enfoca en investigar al público objetivo para desarrollar una visión empática del problema que se intenta resolver. En esta fase, los diseñadores pueden consultar a expertos y realizar observaciones, encuestas o entrevistas para comprender mejor a los usuarios, sus necesidades, expectativas, experiencias y motivaciones. Así, podrán dejar de lado sus suposiciones y desarrollar una visión más realista sobre las personas que usarán el producto o servicio.
La segunda fase del Design Thinking consiste en definir el problema desde la perspectiva del usuario. El diseñador utiliza la información recopilada en la fase anterior para delimitar las necesidades concretas de su público objetivo y el problema que debe resolver. También comienza a pensar en las características, funciones y elementos que sirvan para resolver el problema y se plantea las preguntas clave para encontrar las soluciones.
En la tercera etapa del Design Thinking, el equipo de diseño comienza a generar ideas e identifica las soluciones más innovadoras. Los diseñadores abandonan sus suposiciones iniciales y se centran por completo en el usuario para ver el problema desde diferentes perspectivas y proponer soluciones creativas. Generalmente se utilizan diferentes técnicas psicológicas para promover la creatividad, como la tormenta de ideas o el método Scamper. Al final, se eligen las mejores ideas.
En esta fase del Design Thinking el equipo de diseño comienza a crear soluciones, generalmente produciendo una serie de versiones reducidas y económicas del producto para investigar su viabilidad y comprobar si puede solucionar el problema. Es una fase experimental, cuyo objetivo es identificar la mejor solución posible y ayudar a los diseñadores a formarse una idea más clara sobre las limitaciones del producto y el uso que le darán los consumidores.
El último paso del Design Thinking es comprobar las soluciones para entender mejor el funcionamiento del producto y la respuesta de los usuarios. Los diseñadores ponen a prueba el producto acabado para determinar las modificaciones o mejoras que se deben realizar, así como para descartar soluciones alternativas. También comprueban cómo las personas interactúan con el producto y qué piensan de este. En este punto, no es inusual que sea necesario retroceder a una etapa anterior del proceso para replantearse algunos aspectos de la concepción del producto o servicio.