En un mercado en continua evolución, las empresas necesitan implementar métodos de trabajo flexibles y eficientes que les permitan poner a prueba sus productos o servicios antes de lanzarlos. El método lean startup se utiliza para pasar del diseño de un proyecto a su puesta en práctica de manera más segura, usando la retroalimentación de los clientes.
Lean startup es una metodología de trabajo basada en el aprendizaje validado. Consiste en ir lanzando distintas propuestas del producto o servicio con algunas variaciones, durante un periodo de tiempo determinado, para comprobar la respuesta y nivel de aceptación de los usuarios. Así, se acortan los ciclos de desarrollo mientras se reduce el riesgo que implica lanzar nuevos productos o servicios. El producto mínimo viable es un concepto clave en esa metodología de trabajo.
Un producto mínimo viable (PMV) es una especie de prototipo con las funciones básicas que le permiten al emprendedor aprender sobre los consumidores con un mínimo esfuerzo e inversión, para comprobar si su solución será bien aceptada y puede avanzar en su idea de negocio o necesita aplicar cambios.
El PMV aporta numerosas ventajas a las pymes y autónomos. En primer lugar, permite optimizar los recursos económicos y minimiza el grado de incertidumbre, que siempre representa el lanzamiento de nuevos productos o servicios. De hecho, facilita la creación de un producto o servicio a medida de los clientes que incluya las características más relevantes que realmente aporten un valor añadido. Así, se evita diseñar, crear, comercializar y distribuir un producto que prácticamente nadie necesita ni está dispuesto a comprar.
En segundo lugar, el producto mínimo viable también permite a los emprendedores conocer mejor a su público objetivo, así como detectar a los early adopters y los clientes potenciales, para afinar el plan de marketing. Un PMV sirve para identificar los mejores canales de comunicación y las estrategias publicitarias más efectivas y rentables para llegar hasta la audiencia.
En tercer lugar, el producto mínimo viable ayuda a estimar el potencial de crecimiento de un negocio y la rentabilidad del mismo, basándose en el interés que muestra el público. También permite recopilar datos financieros fiables que facilitan el acceso a la financiación o la búsqueda de inversores potenciales interesados en la idea de negocio.
El primer paso para crear un producto mínimo viable consiste en establecer una hipótesis de trabajo. Las hipótesis te ayudarán a identificar mejor tu público, validar su problema o detectar las características deseables del producto o modelo de negocio. En cualquier caso, asegúrate de que la versión del producto que utilices tenga las características necesarias para solucionar el problema. Puedes utilizar un vídeo demostrativo explicando los beneficios de tu producto o servicio, como hizo Dropbox en sus inicios, crear una maqueta que facilite la interacción o aplicar pruebas A/B para elegir las características que funcionan mejor.
En esta etapa, se realizan pequeñas pruebas de producto para verificar tus hipótesis de trabajo. Por eso, debes determinar métricas fiables que te permitan evaluar con precisión los resultados. Lo ideal es elegir métricas accionables que muestren claramente la relación entre causa y efecto, como pueden ser las conversiones en el caso de un ecommerce, las descargas para las aplicaciones móviles, las transacciones en los casos de SaaS o el tráfico para los contenidos.
Los resultados de las mediciones son la brújula que te irá orientando para crear el producto mínimo viable. En esta etapa, debes aplicar los ajustes necesarios para que tu producto o servicio responda a las necesidades del mercado. Si validaste tu hipótesis, puedes seguir adelante y lanzar el producto o servicio. Si no es así, tendrás que cambiar lo que no está funcionando y probar otras hipótesis con un nuevo PMV hasta que des en el clavo.