Los contratos son imprescindibles en el mundo empresarial para dejar claras las reglas del juego, aunque suelen representar un coste añadido, tanto en términos económicos como de tiempo. A veces no solo hay que recurrir a un notario, sino que, si una parte incumple las condiciones, la otra tendrá que reclamar el resarcimiento de los daños ante un juez. Los smart contracts se proponen terminar con todo eso, brindando acuerdos automatizados, seguros y con garantías.
Un smart contract, o contrato inteligente, es un código informático que permite verificar y hacer que un contrato se cumpla automáticamente, imprimiéndole validez legal. Las personas no necesitan intervenir para comprobar o ejecutar este tipo de contratos ya que funcionan con una cadena de bloques, el mismo mecanismo en que se basan las criptomonedas.
El contenido del contrato se convierte en un código, el cual se almacena en una cadena de bloques. En práctica, los términos del contrato se traducen en una serie de sentencias y comandos que funcionan de manera autónoma gracias a la tecnología blockchain. El código utiliza las reglas lógicas de la programación para garantizar que, si se cumplen ciertas condiciones previstas en el contrato, se ejecute la cláusula correspondiente.
En algunos casos es necesario que intervengan los “oráculos”, agentes externos que verifican si una condición del contrato se ha cumplido. Estos instrumentos informáticos permiten validar las condiciones previstas en el smart contract usando información externa para decidir si una cláusula se ha cumplido o no. Cuando el oráculo obtiene esa información y la contrasta, se ejecuta el contrato y se produce la transacción prevista.
Para realizar un smart contract es necesario programar sus condiciones. Por el momento, el lenguaje más utilizado es Solidity, muy parecido a Javascript, que puede interactuar con la Ethereum Virtual Machine (EVM).
Cuando el contrato está listo, cada una de las partes implicadas debe firmarlo y, si exige un depósito, se debe realizar en ese momento. Al final, el código se “coloca” en una cadena de bloques para que no pueda ser modificado.
Los smart contracts se pueden aplicar a una amplia gama de servicios. Pueden utilizarse en los contratos de préstamos para retirar las garantías si no se realiza el pago a tiempo o en la liquidación de operaciones para transferir los fondos automáticamente. También se pueden usar para automatizar los pagos cuando los proveedores o clientes cumplen con su parte del contrato.
La principal ventaja de los smart contracts es que permiten reducir los costes asociados ya que eliminan a los intermediarios. Eso también implica una reducción del tiempo que se destina a este tipo de interacciones, sobre todo cuando hay que realizar reclamaciones. Una reclamación simple que podría tardar varias semanas, se resuelve rápidamente con un smart contract.
Este tipo de contrato también supone una mayor seguridad respecto al contrato tradicional ya que, gracias a la protección que brinda el sistema de cadena de bloques, es un acuerdo blindado en el que no existe la posibilidad de fraude. Todas esas ventajas se traducen en una mayor agilidad para hacer negocios y una mayor velocidad para ejecutar las transacciones, lo cual implicaría poder cerrar más acuerdos comerciales minimizando el riesgo de incumplimientos.
Por supuesto, los smart contract también encierran algunas desventajas, por lo que es importante contar con un buen asesoramiento jurídico antes de adentrarse en este mundo. El hecho de que los contratos, una vez escritos y programados, no se pueden modificar con facilidad, puede representar un problema en el cambiante mundo de los negocios.
Otro problema vinculado a los smart contract se refiere a que, si bien la cadena de bloques no se puede hackear, sí es susceptible de errores que pueden llegar a tener consecuencias muy serias para las empresas implicadas.