La llegada del open space a las oficinas supuso una auténtica revolución a la hora de proyectar los espacios de trabajo. Desde ese momento, el diseño de oficinas no ha dejado de evolucionar, cambiando la mentalidad de las empresas, que ahora comprenden cómo la distribución del espacio físico puede mejorar la productividad y potenciar el bienestar físico y psicológico de sus trabajadores.
Un diseño flexible del espacio de trabajo, que fomente la colaboración y el trabajo en equipo, por ejemplo, reduce el estrés laboral y mejora la productividad, como comprobó una investigación llevada a cabo en Michigan. Otro estudio, realizado en Sídney, descubrió que un buen diseño del espacio de trabajo aumenta significativamente el atractivo de la empresa para los candidatos y mejora la retención del talento.
Los espacios estandarizados ya no satisfacen las necesidades de las empresas y sus trabajadores, por lo que la tendencia en el diseño de oficinas se mueve hacia la personalización. El objetivo es lograr un equilibrio entre los espacios abiertos y aquellos más privados, de manera que cada persona pueda elegir dónde quiere trabajar en cada momento.
Como resultado, los espacios abiertos se funden con nuevos conceptos, como el “Plug and Work”, puestos de trabajo de tamaño más reducido, que generalmente se encuentran distribuidos por diferentes zonas de la oficina, perfectos para realizar trabajos rápidos que no demanden mucha concentración y que también sirven para acomodar a los invitados o los teletrabajadores.
Esos espacios se funden con los “Silent Room”, pequeños cubículos cerrados e insonorizados, especialmente diseñados para quienes necesitan una dosis extra de tranquilidad y concentración, o para realizar llamadas confidenciales, lejos de los sonidos de los espacios abiertos.
Cada vez más empresas apuestan por un modelo de trabajo flexible, lo cual significa que sus oficinas deben adaptarse a sus cambiantes necesidades. Los espacios flexibles, que se pueden utilizar de diferentes maneras según la necesidad del momento, no solo contribuyen a reducir los costes en infraestructura, sino que representan una auténtica revolución en la cultura organizacional, ya que estimulan un ambiente de trabajo compartido, conectado y más informal.
En los espacios flexibles se promueve lo que en el mundo anglosajón se conoce como “casual collision”, cuyos máximos exponentes han sido compañías como Google y Pixar. Un emprendedor o directivo no puede programar cuándo surgirá una idea innovadora, pero puede diseñar un espacio de trabajo que produzca las sinergias necesarias entre los empleados, para facilitar la aparición de nuevas ideas.
Para diseñar espacios que promuevan el encuentro entre los empleados sin tener que recurrir a las reuniones formales programadas, hay que incluir elementos como pizarras desplegables y un mobiliario flexible que puedan convertir un espacio común en un punto de reunión improvisado perfectamente funcional.
La conciencia medioambiental corporativa ha llegado al diseño de los espacios de trabajo, que cada vez son más sostenibles. La tendencia es apostar por el uso de materiales ecológicos, reciclados o naturales; todo con escasa manufacturación para reducir su impacto ecológico.
Esa creciente conciencia ecológica también está haciendo que la naturaleza entre en los espacios de trabajo. El diseño biofílico se ha colado en las oficinas y va mucho más allá de poner una planta encima del escritorio. Este tipo de espacios aprovechan al máximo la luz natural, apostando por grandes ventanales con vistas a elementos naturales.
De hecho, un estudio realizado en Italia comprobó que la exposición a la luz solar y los elementos naturales incrementa la satisfacción laboral y el compromiso organizacional, disminuyendo el estrés en los empleados. Los espacios de trabajo de diseño biofílico también incluyen jardines verticales, fuentes con cascadas de agua o incluso olores naturales, que favorecen la concentración y el bienestar de los trabajadores.