El capital financiero es clave para la viabilidad de una empresa. Ya se trate de una pyme o una multinacional, los recursos y activos económicos impulsan el crecimiento y la innovación, aportando estabilidad en un mercado cambiante. Existen muchos indicadores para evaluar la salud financiera de un negocio, pero uno de los más importantes es el CAPEX.
El CAPEX es un acrónimo de capital expenditure y se refiere a la inversión que se realiza en un activo fijo, ya sean bienes o derechos, que permanecen en la empresa durante al menos un año. Por tanto, existen dos grandes tipologías:
Para calcular el CAPEX de tu empresa, debes usar la siguiente fórmula:
Capex = Inmovilizado Material Neto (año t) – Inmovilizado Material Neto (año t-1) + Amortizaciones (año t)
Aunque este indicador se calcula con efecto retroactivo, si quieres usarlo para realizar presupuestos o evaluar tus necesidades de inversión y financiación, puedes hacer una predicción recurriendo a un modelo econométrico de regresión u otro que estime las probabilidades de alcanzar cierto CAPEX según los cambios que apliques.
Muchas personas confunden el CAPEX con el OPEX, pero este último se refiere a los gastos operativos de una empresa, como los salarios de los trabajadores, el alquiler del local, el mantenimiento de los equipos o las licencias necesarias para que el negocio fluya con normalidad.
Por tanto, el OPEX no influye en la evaluación durante los procesos de inversión, mientras que el CAPEX sí es determinante. Por ese motivo, muchos emprendedores intentan convertir el CAPEX en OPEX externalizando algunos de sus servicios.
Cuando llegue el momento de priorizar uno u otro, tendrás que considerar las características, necesidades y objetivos de tu empresa. Las inversiones CAPEX consumen gran parte del capital, por lo que suelen ser más adecuadas para empresas mayores o en expansión. En cambio, los gastos OPEX suelen formar parte de las rutinas de trabajo de las pymes, ya que representan un riesgo más bajo y no comprometen gran parte del capital.
En sentido general, un CAPEX elevado indica que la empresa está realizando inversiones, por lo que suele ser positivo, ya que normalmente conduce a un crecimiento o un aumento de la competitividad. Sin embargo, si es demasiado alto, también podría ser señal de sobreinversión.
Por esa razón, para tener una visión más fidedigna del estado financiero del negocio, hay que considerar otros indicadores económicos. Tendrás que recurrir a cocientes que calculan la proporción del CAPEX sobre variables como el flujo de caja operativo, los ingresos, el Ebitda o las ventas. También puedes analizar la ratio CAPEX/activo fijo o la ratio CAPEX/amortizaciones.
Este indicador permite identificar el ciclo de vida en el que se encuentra un negocio. Al inicio, por ejemplo, el CAPEX suele ser elevado, pues se realiza una gran inversión en bienes de equipo para garantizar el funcionamiento de la empresa.
Sin embargo, si el negocio tiene éxito, el valor del CAPEX debe superar las depreciaciones de los activos fijos. Si eso no ocurre o aumenta, significa que se está produciendo una descapitalización y que la pyme no va bien.
En general, tener un buen CAPEX se considera la mayor prueba de rentabilidad empresarial, por lo que es esencial para atraer a inversores y acceder a la financiación. Un valor demasiado alto suele indicar que la empresa necesita destinar grandes cantidades de capital para mantener sus operaciones o que sus inversiones no han sido inteligentes, lo cual desincentivará las nuevas inversiones.