La creación de nuevas empresas es un dato positivo a nivel económico y social ya que no solo genera más puestos de trabajo, sino que contribuye a dinamizar el mercado, incorporando nuevas ideas que estimulan la evolución del sector para adaptarse mejor a las necesidades de los consumidores. Aun así, muchas empresas jóvenes se ven obligadas a operar en un entorno complejo y adverso que puede poner en riesgo su proyecto de negocio.
En España, el nivel de emprendimiento medio se sitúa en el 5,5 %, de manera que 5,5 personas han emprendido un negocio por cada 100 personas ocupadas, según reveló el I Informe sobre emprendimiento y empresas jóvenes que crean empleo, elaborado por Cesgar Esto significa que las empresas jóvenes están desempeñando un papel cada vez más protagonista en el tejido empresarial español.
En la actualidad, las empresas jóvenes que crean empleo representan aproximadamente un 12,7 % del total del tejido productivo empresarial, aunque existen diferencias significativas por comunidades autónomas. Canarias, Madrid y Andalucía son aquellas en las que tienen mayor peso, representando porcentajes superiores al 14 %. En el extremo opuesto se encuentran Asturias, País Vasco, Castilla y León y Navarra, comunidades en las que este tipo de empresas no representan siquiera el 10% del tejido productivo, por lo que tienen un peso menor.
Los sectores en los que más se ha emprendido en los últimos cinco años son: Comercio y servicios personales, Servicios a las empresas, Construcción y Hostelería y restauración, precisamente aquellos que tienen un mayor peso y tamaño en la economía española. No obstante, sectores como la Educación, Actividades artísticas y recreativas y Telecomunicaciones y Sociedad de la Información han registrado el mayor nivel de dinamismo emprendedor (explicar cómo se obtiene este índice de dinamismo emprendedor).
A pesar de que las empresas jóvenes crean empleo y contribuyen a renovar el tejido productivo, tienen que enfrentarse a numerosos retos durante sus primeros años de vida:
Aunque algunas pymes han desarrollado modelos de negocio más flexibles y acceden a fuentes de financiación menos convencionales, siguen estando en desventaja en comparación con las grandes empresas o aquellas consolidadas. Es habitual que encuentren mayores obstáculos en el acceso a la financiación, generalmente debido a su reducido tamaño, la falta de experiencia y de conocimientos financieros y su escasa capacidad negociadora. Obtener financiación a largo plazo es aún más complicado, lo cual puede terminar poniendo en riesgo la viabilidad del proyecto de negocio o limitar su crecimiento.
El talento es la base de toda empresa. Con un equipo de trabajo capacitado y comprometido es más fácil enfrentar los diferentes retos, de manera que el negocio pueda crecer a buen ritmo. Sin embargo, la mayoría de las empresas jóvenes tienen problemas para profesionalizar su gestión. Dado que cuentan con recursos económicos limitados, les resulta difícil atraer y retener al talento. Como resultado, al no contar con los profesionales cualificados que necesitan, tendrán más dificultades para competir en el mercado y su capacidad para innovar se reducirá considerablemente.
En un mundo cada vez más saturado y competitivo, la marca se convierte en uno de los activos más importantes para una empresa. Una estrategia de branding exitosa no solo permite diferenciar los productos o servicios, sino que también les confiere relevancia, lo cual se traducirá en más ventas. Las empresas jóvenes suelen tener dificultades para hacer branding, ya que a menudo no cuentan con los recursos necesarios para crear una marca, trabajar su imagen corporativa y transmitir una propuesta de valor bien definida que les permita diferenciarse de la competencia. Eso limita las posibilidades de ampliar la base de clientes y acceder a nuevos mercados, dos condiciones esenciales para el crecimiento empresarial.